top of page
Buscar

Autoestima, dependencia emocional y satisfacción en la relación de pareja

Hay una idea que, cuando la comprendemos de verdad, cambia la forma en que amamos: no podemos amar al otro mejor de lo que nos amamos a nosotros mismos. La autoestima es el punto de partida silencioso desde el que se construyen los vínculos. No siempre se ve, pero se siente en la forma en que nos relacionamos, en cómo pedimos afecto, en cómo reaccionamos al conflicto o en cuánto nos cuesta creer que merecemos amor.


Cuando la autoestima está herida, el amor se convierte fácilmente en un terreno incierto. Buscamos en el otro la validación que no logramos darnos, esperamos que su cariño calme nuestras inseguridades y terminamos depositando sobre la relación la tarea imposible de llenar lo que pertenece a nuestro propio mundo interno.


Entonces, sin darnos cuenta, la pareja se transforma en un espejo donde proyectamos nuestras carencias. Amamos desde la necesidad, no desde la elección. Y cuando el otro se aleja, la sensación no es solo de pérdida, sino de derrumbe.


La dependencia emocional nace ahí, en ese intento desesperado de mantener al otro cerca para no sentir el vacío. Se disfraza de amor incondicional, de entrega total, pero en el fondo está movida por el miedo. Miedo a no ser suficiente, a ser abandonado, a que si el otro no está, uno se desvanezca.


Es un amor que duele porque no deja espacio para respirar. Que se aferra en lugar de vincularse, que suplica cuando debería dialogar, que calla cuando debería expresar.


En cambio, cuando la autoestima está más asentada, el amor se vive con más libertad.


No se trata de necesitar menos, sino de necesitar mejor. De saber pedir, sin exigir. De poder aceptar un “no” sin derrumbarse. De entender que el otro no es responsable de nuestro bienestar, aunque pueda acompañarnos en él.


Quien se siente valioso por sí mismo no ama para completarse, ama para compartir. Puede disfrutar del vínculo sin perderse dentro de él.


Numerosos estudios han demostrado que las personas con mayor autoestima tienden a sentirse más satisfechas en sus relaciones de pareja. No porque sus relaciones sean perfectas, sino porque viven los conflictos desde un sentido de estabilidad interna.


Cuando uno no teme constantemente perder el amor, puede permitirse discutir sin miedo, mostrarse vulnerable, pedir espacio, o expresar una necesidad sin temor a ser rechazado.


Esa seguridad interna se traduce en vínculos más sanos, más auténticos y menos reactivos.


A menudo pensamos que una relación nos hará sentir mejor con nosotros mismos. Y sí, puede ser así, pero no si esperamos que sea el otro quien repare nuestras heridas. La pareja puede convertirse en un espacio de crecimiento y de sanación, pero solo si ambos miembros se responsabilizan de su mundo interno. Si no lo hacen, el amor se convierte en un campo de batalla donde cada uno intenta que el otro alivie sus inseguridades. Y así, la relación se desgasta.


Trabajar la autoestima implica volver la mirada hacia dentro y empezar a dialogar con esas partes que durante años buscaron aprobación externa.


Es preguntarse: ¿qué necesito del otro que aún no he aprendido a darme? ¿Qué historia de mi vida estoy repitiendo cuando temo que me abandonen? ¿Cómo me hablo cuando me equivoco o cuando no cumplo con mis propias expectativas?


En esas preguntas comienza la verdadera reparación. Porque la autoestima no se construye desde la exigencia, sino desde la amabilidad.


Una persona con una autoestima sana no ama menos: ama mejor.


Ama con los pies en la tierra, con la conciencia de que el otro no viene a completarle, sino a acompañarle.


Ama desde la libertad, porque no necesita ser perfecto para sentirse digno de amor, ni teme que el amor desaparezca por mostrarse vulnerable. Y es desde esa seguridad donde nace la satisfacción en la pareja, no como ausencia de conflicto, sino como la tranquilidad de poder ser uno mismo sin miedo a dejar de ser amado.


En el fondo, todo vínculo sano se sostiene sobre tres pilares invisibles: amor propio, libertad y compromiso.


Amor propio para no perderse en el otro.


Libertad para seguir siendo uno mismo.


Y compromiso para cuidar el espacio común que se crea entre los dos.


Cuando estos tres elementos están presentes, la relación se convierte en un lugar donde ambos pueden crecer. No porque el otro nos salve, sino porque al mirarnos en su amor, recordamos quiénes somos.


La autoestima es el suelo sobre el que caminamos.


La dependencia emocional, la señal de que ese suelo necesita ser reforzado.


Y la satisfacción en la pareja, el reflejo de dos personas que han aprendido a amarse sin anularse, que se eligen cada día no por miedo, sino por deseo, por presencia, por gratitud.


Cuando el amor nace desde ese lugar, deja de ser un refugio para convertirse en un hogar.


Carolina Contador

Psicóloga. Te acompaño a construir una relación más amable contigo mismx y con los demás, desde la conciencia, la calma y el amor propio.


ree

 
 
 

Comentarios


bottom of page