¿Es la autoestima un asunto individual o social?
- Carolina Contador Trevijano
- 22 jun
- 3 Min. de lectura
Durante años se ha hablado de la autoestima como algo que reside únicamente en el interior de la persona. Como un músculo que podemos entrenar o un recurso que debemos construir desde dentro. Esta idea ha sido esencial para muchas personas que, al comprender que pueden nutrir su relación consigo mismas, han encontrado en ello un camino de sanación.
Uno de los referentes más influyentes en este enfoque es Nathaniel Branden, quien definió la autoestima como la disposición a considerarse competente para vivir y merecedor de felicidad. Branden habló de prácticas individuales como el autorrespeto, la conciencia, la responsabilidad personal, la integridad… conceptos profundamente empoderadores que invitan a cada persona a asumir el protagonismo de su vida. Su propuesta es clara: podemos aprender a estimarnos a través de elecciones conscientes, hábitos internos y coherencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos.
Sin embargo, en la consulta, y también en la vida, a veces esta mirada no basta.
Porque ¿qué pasa cuando nos preguntamos si ese malestar que sentimos al mirarnos en el espejo o al no lograr “suficientes cosas” es solo nuestro?¿Qué pasa si esa exigencia que nos pesa no ha nacido en nuestra mente, sino que se ha sembrado desde fuera, desde muy temprano?
Es aquí donde voces como la del poeta Jean-Philippe Kindler, vinculado al slam francés, introducen otra capa imprescindible: la dimensión social de la autoestima.
Kindler, con su lenguaje directo y su poesía crítica, nos recuerda que la autopercepción no se construye en el vacío, sino en el tejido social, político y cultural que habitamos. Que hay discursos colectivos que colonizan nuestras voces internas. Que muchas veces el “no soy suficiente” que nos repetimos viene cargado de mandatos que no elegimos: sobre la belleza, el éxito, la utilidad, la competencia, la juventud, el género, el estatus, la familia.
Y así, surge una pregunta que me acompaña estos días:
¿Es la autoestima un mandato más?
En un sistema que mide nuestro valor por la productividad, la imagen o la rentabilidad, la autoestima puede convertirse en otro deber: tienes que gustarte, tienes que ser segura, tienes que poder con todo.Entonces, incluso el camino hacia la autovalía puede volverse una trampa. Un nuevo ideal al que llegar. Una presión más.
Branden tenía razón al señalar que la autoestima requiere responsabilidad, elección, conciencia. Pero no olvidemos lo que Kindler susurra en sus versos: que a veces la voz que nos juzga no es nuestra, sino la del mundo hablándonos desde dentro.
Por eso, cuando trabajamos la autoestima en terapia, no se trata solo de cambiar creencias, sino también de preguntarnos por su origen:
¿Quién me dijo que tenía que ser así?
¿A quién le sirve que yo no me crea suficiente?
¿Qué estructuras alimentan mi autocrítica?
¿Puedo construir un vínculo más compasivo conmigo aunque el mundo no cambie?
Porque sanar la autoestima también es resistir. También es desobedecer al mandato de tener que brillar siempre. También es abrazar la dignidad de estar viv@, incluso cuando no cumplo con lo que se espera de mí.
La autoestima, entonces, no es solo un trabajo individual. Es también una práctica colectiva.
Una forma de mirar nuestras heridas con más contexto. Una forma de dejar de culparnos por no encajar.
Y sobre todo, una forma de recordar que a veces, quererse no es un deber… sino una rebelión.
🌀Carolina Contador
Psicóloga. Acompaño a personas que quieren reconciliarse consigo mismas sin tener que cumplir mandatos imposibles. Porque a veces, la autoestima no se construye en soledad, sino también en comunidad, en conciencia y en rebeldía amable frente a lo que nos dijeron que debíamos ser.




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