Lo que damos. Lo que esperamos. Lo que sostenemos
- Carolina Contador Trevijano
- 3 ago
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Hay personas que dan mucho en las relaciones. Que se anticipan. Que se acomodan. Que dejan sus ganas en segundo plano para no incomodar. Dicen que no pasa nada aunque sí pase. Dicen que están bien aunque no lo estén. No saben bien cuándo aprendieron a hacer eso. Tal vez fue poco a poco. Tal vez no recuerdan haberlo hecho de otra forma.
También hay quienes se escapan antes de sentir demasiado. Huyen de las conversaciones largas, del silencio que se llena de verdad, de las promesas. Huyen porque sienten que no saben estar. O porque, cuando estuvieron, les dolió demasiado.
La forma en que nos tratamos a nosotros mismos aparece en los vínculos sin necesidad de avisar. Se cuela en lo que esperamos del otro. En lo que toleramos. En lo que callamos. En cómo interpretamos el gesto más mínimo, un mensaje leído y no respondido, una frase a destiempo, una ausencia que se alarga.
Cuando la autoestima se tambalea, solemos elegir mal. Sostenemos lo que no nos sostiene. Negociamos afecto. Aguantamos lo que duele con tal de no perderlo del todo. A veces nos da miedo pedir. A veces creemos que no merecemos que nos den. Nos contamos que si fuéramos distintxs, tal vez más tranquilxs, más segurxs, más divertidxs, más carismáticxs, más lo que sea, etc, entonces sí. Entonces sí nos querrían bien.
Pero no siempre es cuestión de merecer. Hay amores que no saben cuidar. Hay amistades que no saben quedarse. Y eso no dice nada ,o no todo, al menos, de nosotros.
Aun así, cuando alguien se aleja, duele. Aunque sepamos que no era el vínculo que queríamos. Aunque entendamos que hicimos bien en poner un límite. Duele por lo que se va, pero también por lo que remueve.
Porque una ruptura, una distancia, un silencio largo, activa viejas historias. Nos pone frente a lo que no tuvimos. A lo que nos faltó. A lo que dimos sin medida.
A veces se vuelve todo tan confuso que ya no sabemos si estamos echando de menos a la persona o a la versión de nosotros mismos que creíamos ser cuando estábamos con ella.
Entonces es fácil caer en la trampa, buscar consuelo en quien no supo cuidarnos. Volver donde ya dolió. O hacer como que no pasa nada, como si doliera menos si no lo nombramos.
Pero duele igual.
Trabajar la autoestima no es blindarse. Ni dejar de sentir. No es repetir frases hechas.
Es aprender a estar con uno mismo sin necesidad de excusas. Es aprender a decir no aunque se tambalee el suelo. Es dejar de temer que poner un límite espante al otro.
Porque si se va por eso, no era lugar. Eso tenlo por seguro.
También es saber recibir. Porque hay quien no sabe. Quien se incomoda cuando le dan. Quien no cree que sea para tanto. Quien se excusa, se encoge, se aparta. Como si aceptar el cariño fuera un gesto de debilidad.
No lo es.
Quererse bien es dejar de mendigar migajas emocionales. Es dejar de pensar que el problema siempre somos nosotros. Es buscar vínculos donde podamos respirar sin tener que pedir permiso.
Y si no llegan, o si llegan tarde, es acompañarse a uno mismx sin castigo. Con paciencia. Con ternura. Entender que no todo lo que nos pasa es culpa. Que a veces es historia. Y que se puede aprender a estar sin hacer daño.
La autoestima, en los vínculos, no se mide solo en lo que damos. También en lo que dejamos de sostener cuando ya no hay sostén.
Carolina Contador 💜
Psicóloga especializada en autoestima, vínculos y acompañamiento emocional en procesos vitales complejos




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